Verano de pocas rapaces

El verano es una de las épocas del año que menos me gustan pese a que en Agosto tomo unas largas vacaciones que supuestamente deberían cargarme las baterías.
Pero mientras las personas normales viajan a lejanos paraísos en busca de nuevas emociones o a playas paradisiacas en busca del reposo absoluto, yo me quedo por la zona centro de la península campeando, buscando nuevas localizaciones y preparando hides e inventos que me tienen casi todo el día bien ocupado y que en ocasiones me llegan a estenuar. Pero un buen baño en la piscina, una cerveza y una siesta, me reponen cuerpo y alma  y a las pocas horas ya quiero campear y trastear...
Pero lo cierto es que el verano invita poco a meterse en el hide y aunque se pueden fotografiar rapaces, estas se muestran menos activas, hambrientas y agresivas lo cual unido a las pocas horas de luz aprovechable, hace que el verano sea a mi modo de ver poco atractivo y productivo para rapacear.
Pero pese a que mi actividad baja ostensiblemente durante el estío, no puedo resistirme a preparar algún aguardo y hacer alguna sesión.
En esta ocasión quiero mostraros las imágenes obtenidas en un par de sesiones que hice en mitad de la estepa abulense y comentaros que tuve dos sesiones fallidas por la visita de unos resineros un día y otro día por la presencia de un par de paseantes que me obligaron a salir del hide al ver que no paraban de deambular por la zona desde primera hora de la mañana y es que en verano hay gente por todas partes....
Pero un buen par de sesiones a esta preciosa joven hembra de azor, justificaron los madrugones de infarto y los problemas antes mencionados por la inevitable e imprevisible presencia humana.


Un selfie junto a uno de los posaderos que coloqué en el duro y seco suelo del páramo.


         
               Ligeros toques de luz de flash vienen bien para bajarle los humos al duro sol del verano.



Una pose brutal cubriendo su presa de milanos y ratoneros.



El azor venía sin haber a penas luz y aprovechaba la tranquilidad de esas horas para permitirse el lujo o la desfachatez de echarse un sueñecito que me venía muy bien para ganar tiempo y poder fotografiarlo con los primeros rayos de sol.