El equilibrista

El sábado al anochecer, instalé un hide y unos posaderos con el fin de aportar carne y fotografiar a los ratoneros y un azor que merodea por la zona. Al día siguiente de madrugada, nada más aparcar el coche,  mi amiguete el zorro ya me aguardaba sentado en mitad del camino a escasos 30 metros. De camino al hide, el zorro me siguió con la confianza propia de un animal de compañia y comprendí que mi sesión con las rapaces se había truncado. Lo estube dando de comer a menos de dos metros y decidí aprovechar la ocasión para intentar hacer algo distinto. Al final el animal accedió a mis antojos y subió por el tronco haciendo equilibrios para alcanzar un buen trozo de carne que le coloqué en le extremo del tronco. Solo faltó que me dedicara una tierna mirada pero bueno creo que no se puede tener todo.