Cuando la suerte te sonríe

 




Con esto de los confinamientos por el Covid19 me he visto obligado a abandonar durante meses mis zonas de trabajo habituales que están fuera de la Comunidad de Madrid que es donde yo resido.        Los meses iban pasando y mi necesidad de salir al campo era cada vez mayor pero un nuevo obstáculo me impedía poder salir y no era otro que el ejercicio de la caza que no es compatible con eso de estar inmóvil y escondido entre la vegetación durante horas por riesgo a llevarte un buen susto o incluso un serio disgusto .                                                                                                                                           En Febrero, una vez concluida la temporada cinegética, decidí empezar a moverme por los alrededores para hacer algún trabajo ya con total seguridad. 

Los primeros pasos fueron ir a observar sitios que cumplieran los requisitos de (tranquilo-bien orientado-buen fondo y con sitio para poder camuflar el hide). Esto último es muy importante porque por aquí la vegetación es muy escasa y resulta muy complicado camuflarse bien.

El siguiente paso fue localizar al guarda del coto para hablar con el de mis intenciones, del sitio donde me pondría y  de este modo, poder trabajar con total tranquilidad. ¡Magnífico, todo le pareció bien y no hubo pega alguna!

Tres días previos de cebado discreto (con muy poca carne) sin utilizar cámaras de fototrampeo y a probar la primera sesión. Primera sesión en la que me entraron muchas urracas y milanos reales que no se posaban ni en el suelo ni en los posaderos. Menudo chasco!!

En la segunda sesión, mas de lo mismo pero a última hora me entra un pajizo de imperial que me salva la aburrida jornada que soporté como un campeón  (8 horas de tumbihide).


El lugar es un santuario para las garrapatas y en cuanto las temperaturas rondan los 15º el peligro de llevarme una garrapata enganchada es muy elevado aunque utilizo repelente para ácaros.                Como prueba de ello, os muestro una foto que me hice con el teléfono de una garrapata que se me había enganchado fuertemente y que no pude desprender con el método del algodón empapado en alcohol.  Un cigarro encendido y acercado lentamente, la terminó matando y tirando progresivamente con unas pinzas de la cabeza del artrópodo a ras de la piel , conseguí desprenderla. Posteriormente, examiné al animalito con una lupa para verificar que  conservaba sus pedipalpos y el hipostoma (siempre queda el riesgo de dejar algún quelícero del hipostoma y que se infecte). La garrapata no podía llevar mucho tiempo picándome pero siempre se corre el riesgo de ser contagiado de la enfermedad de Lyme, ehrlichiosi, tularemia o fiebre hemorrágica de Crimea-Congo..... 


Bueno, vuelvo al tema que me enrollo...                                                                                                      Hubo un par de sesiones mas con resultados realmente desalentadores si no fuera por una perdiz roja que me salvó una de las sesiones cuando ya jugaba en los últimos minutos de la prórroga.


Empezando el mes de marzo, vuelvo a la carga otro fin de semana mas y para mi sorpresa, los milanos bajan a comer entre las confiadas urracas. Estaba nublado, corría una brisa deliciosa y el olor a tierra mojada me daba muy buenas vibraciones.

A eso de las 9.30 se me espantan todas la urracas y se marchan los dos milanos reales que estaban comiendo como signo claro de que algo peligroso se acercaba.                                                              Por la estrecha ventanilla del tumbihide, veo una gran rapaz que entra y se posa en uno de los posaderos.                                                                                                                                                ¡¡Oh Dios, que ven mis ojos, una hembra adulta de águila azor perdicera en la estepa madrileña !!

Muevo el equipo con sumo cuidado para no generar recelo en la rapaz pues la tenía a unos 14 mtrs y cuando puedo encuadrarla, comienzo a disparar empleando el delicioso modo silencioso de la EOSR y al ver las fotos, compruebo que el animal es portador de una anilla.


En la comunidad de Madrid debe haber tres o cuatro parejas reproductoras de esta especie y un magnífico plan de refuerzo Aquila A-Life por parte de GREFA está ayudando mucho a que se mantengan y se vayan creando nuevas parejas  pero encontrar por esta zona de estepa cerealista un ejemplar adulto es una lotería y una observación sorpresiva que me dejó atónito.



Proceso las fotos en casa y me concentro en ver aquellas imágenes en las que la anilla se deja ver y era legible. Ya me imaginaba yo que de algún modo, esta perdicera  formaba parte de este ambicioso y necesario proyecto encabezado por el centro de recuperación de fauna GREFA.                                Envío los datos al responsable del proyecto (su alegría fue inmensa) y en efecto, este ejemplar se estaba empleando en el plan de cría en cautividad de la especie.                                                                       Me explicaron que en el mes de Enero, los devastadores efectos de la borrasca invernal Filomena, causaron serios desperfectos en las instalaciones de cría del centro y la pareja de perdiceras que tenían para criar, se salieron del cerrado.                                                                                                              El macho fue localizado y capturado pasados unos cuantos días mostrando signos claros de falta de alimentación por no ser capaz de adaptarse al medio pero a la hembra que nos ocupa, la perdieron el rastro al no portar transmisor.                                                                                                                Puedo imaginarme la gran angustia de los cuidadores y responsables del proyecto y la gran alegría que debió suponer la información que les aporté.





Este buitre negro le disputó la comida a la perdicera que si bien protegió su presa con gran valentía, no tuvo mas remedio que desistir en su empeño y cederle el puesto al enorme buitre negro que fue decidido a pelear con la ella, si o si y de ahí que la bonelli adoptase esa pose agresiva con el plumaje erizado/ahuecado que fue el culmen de tan impresionante lance.

Pese a repetir varias sesiones en el mismo lugar, lógicamente no he vuelto a ver a esta preciosidad de aquila fasciata que está de exploradora en busca de un territorio y un novio que la acompañe.            Las siguiente sesiones han sido aburridas hasta mas no poder pero el subidón y las fotos que me llevé, me han puesto las pilas para aguantar lo que me echen porque está claro que a veces la buena suerte está ahí para sonreírte cuando a ella le parece y premiarte  por la inmensa paciencia y esfuerzo que se requiere para esto de fotografiar fauna salvaje en nuestro país.