Sin miedo al flash, una historia de rapaces...


Este fin de semana era el último lance de la temporada por mis tierras camarmeñas dado que la media veda se abre el día ocho de octubre en la comunidad de madrid y ya no me será posible salir a fotografiar hasta el cierre de la temporada cinegética.
Como no hace mucho que adquirí un juego de disparadores YN-622C y unos pequeños flashes YN-500EX, decidí arriesgarme a probar el equipo con las rapaces y aprovechar su capacidad de sincronización con altas velocidades de obturación que es una de las prestaciones más atractivas de la adquisición y el motivo fundamental de ésta.
Es bien sabido que para fotografiar rapaces se requiere de un buen camuflaje e incluso en muchas ocasiones dejar todo colocado durante varias semanas para que las aves se acostumbren y dejen de recelar paulativamente.
Utilizar el flash con mis queridas rapaces era un reto un tanto arriesgado porque en caso de recelar del nuevo bulto, la sesión podría ser un auténtico fracaso y volverme a casa con la tarjeta vacía.


Pero como en esto de la fotografía de fauna no hay nada escrito y la conducta de las aves es imprevisible, se dio la circunstancia de que las aves no recelaron lo más mínimo y pronto me vi rodeado de cuervos, urracas, milanos y ratoneros.
Todo estaba dispuesto para fotografiar ratoneros sobre posaderos. Estos los tomaron con agrado, pudiendo tomar  las fotos que quería mientras disfrutaba probando el nuevo equipo que me permitía rellenar las duras sombras laterales que el sol provocaba en un costado de las aves.
 




 Poder variar la potencia del flash y ajustar el zoom de los flashes desde el interior del hide es algo que me ha fascinado y llevaba años esperándolo.
Todo estaba saliendo a la perfección y eso es algo que llevaba meses sin pasarme, pero aún me queda una sorpresita para hacer de mi última sesión un día de esos que no se olvidan.

De repente los ratoneros, urracas y cuervos que tenía por allí comiendo tranquilamente, alzaron el vuelo precipitadamente y me puse en guardia porque aquello era la señal inequívoca de que una gran rapaz estaba a punto de entrar a mi “plató”.
En unos segundos me entra una hembra de águila real adulta que toma con su mano derecha una paloma bravía, muevo el objetivo en un microsegundo que la reina mira hacia arriba y compruebo que no me cabe en el encuadre al tiempo que pega un tironcito y da dos pasos.
No me va a dejar hacerle ni una sola foto, pensé yo y efectivamente el animal levantó el vuelo y se marchó. ¡Mierda, será posble! ¡Hay que joderse!, blablablá…..

Pero a los pocos minutos oigo el alboroto de cuervos y urracas e imagino que es la real que vuelve a por la carne. Sin hacer ningún ruido, me entra rasa por mi derecha y se posa en un posadero que tenía dispuesto para los ratoneros a unos 12 metros del hide.
El animal se muestra ahora mucho más relajado y toma unas picadas de carne de pollo mientras lo encuadro y compruebo que está demasiado cerca para meterlo entero en el encuadre. Decido componer dando prioridad a las garras y la cabeza de la rapaz mientras ésta come a toda prisa y oculta su cabeza al estar comiendo dándome la espalda. Dos o tres fotos con la cabeza a foco y el águila decide posarse sobre un pollo que tenía atado a una piedra y nuevamente me arranca el cebo de un tirón con su manita derecha y decide comérselo justo detrás de uno de los posaderos que había dispuesto para los ratoneros. ¡La madre que me parió, esto sí que es mala suerte! ¡Parece que  sabes que estoy aquí escondido y me lo haces a drede!, pensé.
Comió cuanto quiso sin poder tomar una sola foto, pero bueno, fue toda una sorpresa y ahora sé que puedo fotografiar sin miedo al flash.